Por Jaime Andre Novoa
Estimado lector, El 28 de marzo se celebra el día de la salud en el mundo del trabajo y queremos dedicar este espacio a la reflexión sobre este gran concepto que nos convoca hacia la valoración de lo que hacemos a diario para mantener una vida productiva.
La misma vida que dedicamos al trabajo para lograr cumplir los objetivos que nos trazamos o sencillamente a buscar el sustento diario de nuestras familias. Esa que nos permite mantener el relacionamiento a nivel social, familiar, espiritual y laboral en una armonía de bienestar que proyectamos con nuestro actuar diario.
Dicho esto, podemos comenzar por reflexionar un poco sobre el cómo llevamos nuestra vida en el trabajo y hacernos una serie de preguntas cuya respuesta está en cada uno de nosotros: ¿Qué hacemos en nuestro trabajo? ¿Es mi trabajo algo que me produce una emoción positiva o negativa cuando pienso en él? ¿Estoy haciendo lo que me gusta o lo que me toca? ¿Cuánto tiempo dedico a mi trabajo, a mi familia, a mis amigos o a mí? ¿Es este trabajo el que me lleva a cumplir mis objetivos? … y así, muchas preguntas más que debemos dar respuesta para buscar soluciones de aquello que nos aflige o por el contrario, nos entusiasma.
Hace unos años, en una ponencia de un evento, lleve una frase que me conmovía por la lectura de un libro de bolsillo que resolvía muchos interrogantes acerca de la vida de trabajo. Un libro corto escrito como apuntes de una compañía religiosa y en el que encontré sentido a lo que hacía día tras día. Tu trabajo es una obra es el mensaje principal de este documento.
Basado en esto, decidí reflexionar sobre lo que hacía hasta entonces y los pasos que me llevaron a ser la persona que era en ese momento. Por fortuna, las relaciones personales que mantenía desde que tengo recuerdo, han sido con personas que, de alguna manera aportaron algo para mi crecimiento individual y los resultados no son otros que los que se reflejan en la actualidad. Gracias a ellos, la orientación de mi vida (considero) ha sido benéfica y orientada en resultados que, sin haberlos encontrado en mi camino, sería otra historia la que se contará o en su defecto, ni se contará…
Cuando leí ese título en el libro “Tu trabajo es una obra” decidí hacer la lectura juicioso de este documento y me encontré con maravillosas afirmaciones que suponían la verdadera felicidad de trabajar desde varias perspectivas.
Una de ellas, la historia de un adolescente que falleció durante una intervención quirúrgica y que resalta el deseo de seguir su camino avanzando en sus estudios universitarios mientras llegaba ese momento donde perdió su vida.
Les comparto el texto a continuación y resalto esos detalles que me conmovieron al cambio de mentalidad:
«Hacer un examen es algo que todos hemos hecho en nuestra vida, y no es nada extraordinario. Esto es lo que pensaba antes de haber conocido a personas que me han obligado, a través de una verdadera revolución, a preguntarme si estaba viviendo seriamente mi vida. Dentro de pocos días, como sabes, ingresaré en el hospital para hacerme un trasplante de médula, y te preguntarás: ¿qué tiene que ver esto con mi examen? Si no fuese del movimiento, si no hubiese aprendido en el movimiento a considerar el estudio como una oportunidad fantástica de búsqueda de la verdad, de dar un sentido a mi vida y de expresar un juicio total sobre ella, haría ya tiempo que me habría quedado en casa tranquilo, esperando a que llegase el momento de la operación. Tal vez habría leído algún libro, o los periódicos; pero fundamentalmente habría malgastado los días en la búsqueda pasiva y desesperada de algo que hiciese pasar más rápido ese tiempo de espera antes de la “guerra” (porque es como ir a la guerra). Al estudiar para el examen, el vacío del tiempo no ha llenado mis días, sino que ha sido mi persona la que los ha llenado. No era el vacío el que dictaba el ritmo de mi vida: lo he hecho yo, yo he sido dueño y señor de mi día. Estudiaba Derecho Civil, afrontaba día tras día los temas, feliz de ese poder que aún tenía sobre el día y, en definitiva, sobre mi vida [en esto consiste el protagonismo: ¡hasta el último instante!]. Y si me hubiese quedado indiferente, viendo el transcurrir del tiempo, me habría convertido en esclavo suyo, me habría consumido sin apenas darme cuenta. Hoy me siento feliz por haber superado este examen, pero ayer ya estaba orgulloso de mí mismo, me sentía realizado como hombre porque sabía que estaba esperando contra toda esperanza».
Considero que en este texto se resume todo lo que puedo expresar en este artículo: Dedicar con pasión nuestro tiempo a las cosas que nos llenan y nos permiten superar las barreras del tiempo y la infelicidad es un factor determinante para vivir nuestro trabajo, para mantener la salud y el bienestar en nuestro espacio de trabajo y dedicar lo que hacemos a la construcción de esta obra tan maravillosa que se llama vida.
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